A comienzos del año 2002, arriba de las montañas de Venezuela, habitaban dos dioses, los únicos sobrevivientes de la ira de los dioses en aquella batalla en el Olimpo, estos eran Platerra, hijo perdido de Zeus y Leto, dios del elemento de la tierra y controlador de las plantas. Era un hombre musculoso, lleno de valentía y coraje, era alto, con pelo largo rizado, ojos marrones claros con pestañas negras, y el famoso Apolo, dios del sol, hijo también de Zeus y Leto, reconocido por ser adorado por los troyanos en la batalla de Troya y de los griegos, famoso por su tiro de arco que era siempre efectivo.
Ellos dos estaban escondidos en esas alturas ya que Apolo pensaba que la raza humana era mucho más fuerte que él. Platerra, lleno de coraje, le había dicho por generaciones que salgan a enfrentar las cosas nuevas del mundo pero Apolo no quería y con el paso del tiempo Platerra tampoco, hasta que llegó ese día que vieron un niño con su madre, seguramente provenientes de una tribu, acercándose a la cueva donde ellos estaban. Ellos entraron a la cueva y los vieron a ellos y salieron corriendo, instantáneamente vieron que los humanos aún les tenían miedo y ellos salieron de la cueva y les dijeron que todo estaba bien, que nos los iban a lastimar. Al ver después de tanto tiempo a un humano, pensaron que ahora los humanos ya no tenían riquezas, pero desde ahí arriba podían ver toda una civilización de humanos futuristas, así que deducieron que estas personas eran como en su tiempo se llamaban, pobres.
Las personas los llevaron donde estaba su tribu y ellos al ver tan poco progreso y tan poca comida, utilizaron sus dotes sagrados para ayudarlos.
Platerra movió la tierra y comenzó a salir de la tierra plantas con frutos como plátano, lechugas, árboles llenos de naranjos y manzanos y además, algunas plantas grandes que sudaban agua de manantial para que la puedan contener en una
pequeña botella echa de madera o algo que tengan ahí, y tomarla. Apolo le ordenó al sol que alumbre y les brinde minerales a todas las plantas para que nunca dejen de crecer los frutos y siempre estén alimentados. Platerra y Apolo volvieron a las alturas de las montañas a descansar.
Después de dos días, el niño de la tribu fue colina abajo para contarles a todos lo sucedido y llevó bastantes de los frutos que tenían con su madre y los vendieron. Los ciudadanos notaban que los frutos que compraban eran diferentes a los que ellos consumían diariamente y esto llegó a un grupo de científicos ambientales, quienes lo vieron más detalladamente y deducieron que esos frutos no podían haber venido de una siembra de los humanos, así que fueron directo a las montañas a buscarlos. Por otra parte, Platerra y Apolo estaban durmiendo en su cueva, cuando escucharon y vieron a una multitud acercándose. El alcalde de la ciudad se acercó y les dijo si ustedes habían hecho estos frutos maravillosos y ellos respondieron que sí. El alcalde les propuso que si es que podrían hacer eso con más tribus y lugares con gente necesitada, a ellos no les molestaba hacerlo así que dijeron que sí.
Al paso ya de tres meses toda Sudamérica estaba con menos problemas en la pobreza, después de 1 año toda América y partes de África y ya en dos años habían culminado con toda la pobreza del mundo, y ellos, que en su tiempo habían sido reyes y emperadores que esclavizaban a todos, llegaron a ser pacíficos, amables, considerados y sobre todo tratados como personas.
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